domingo, 29 de abril de 2012

Quiero

Quiero que me oigas sin juzgarme
Quiero que opines sin aconsejarme
Quiero que confíes en mí sin exigirme
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí
Quiero que me cuides sin anularme
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí
Quiero que me abraces sin asfixiarme
Quiero que me animes sin empujarme
Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí
Quiero que me protejas sin mentiras
Quiero que te acerques sin invadirme
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten
Que las aceptes y no pretendas cambiarlas
Quiero que sepas... que hoy puedes contar conmigo... 
Sin condiciones.

"Cuentos para pensar" - Jorge Bucay        

martes, 26 de octubre de 2010

La vi, me miró y sonreí. Era viernes y ella venía acompañada por la novia de mi amigo y la miré, no podía parar de mirarla.

Un viejo bar y un olor a tabaco y café nos acogieron durante toda la tarde, seguía sin poder parar de mirarla. Era hermosa. Su pelo oscuro descendía hasta su cintura y sus cabellos se enredaban en sus manos y se volvían a desenredar entre sus dedos, una y otra vez. Era preciosa. Las palabras escapaban con dulzura de sus labios, que se curvaban formando una sonrisa amable cada vez que yo la miraba, y esa sonrisa podía conmigo, capaz de dejarme sin aliento. Era perfecta.

Entre sonrisas y eternas miradas transcurrió la tarde y llegó la hora de marcharse, ella se fue caminando bajo una fina lluvia y yo continué observándola hasta que la oscuridad hizo que la perdiese de vista.

Esa noche soñé con ella. Un sentimiento nacía dentro de mí sin que yo pudiese hacer nada por evitarlo, pero eso me gustaba.

El viernes siguiente pasé otra típica tarde en el viejo bar con mi amigo, dos cervezas y patatas. A la noche íbamos a un concierto y ella estaría con nosotros.

Quedamos directamente allí, en la entrada. El concierto estaba siendo demasiado aburrido, así que salimos afuera para fumar un cigarrillo, o quizá dos. Mi amigo y su novia fueron a la barra a pedir algo de beber y me quedé con ella, ella y yo, yo y ella, sólo los dos. La cogí de la mano y me miró sorprendida, pero enseguida la apretó con fuerza y se dejó guiar por mis pasos. Empezamos a hablar, aunque en realidad era ella la que hablaba, me gustaba escuchar su voz. Sin darnos cuenta llegamos al final de una calle, nos paramos. El lugar era precioso, una pequeña plaza lejos de miradas indiscretas, perfecta para nosotros. Me acerqué, estaba nervioso, no podría estarlo más, pero ella se acercó más, agaché mi cabeza y ella elevó la suya. La besé. La besé y enseguida ella me besó con más fuerza. Mis manos rodearon su cintura aferrándola con fuerza a mi cuerpo, no podría permitirme que se marchara, no ahora que estaba conmigo.

Su móvil sonó inoportunamente, no contestó. Sonó por segunda vez y en esta ocasión lo sacó de su bolsillo, miró la pantalla, contestó con miedo y cuando colgó me cogió de la mano y empezó a correr. Llegamos a la puerta del concierto en la mitad de tiempo que nos llevó el trayecto de ida. Mi amigo y su novia estaban allí sonriéndome con algo de malicia y yo les devolví una sonrisa tímida pero que a su vez dejaba ver todo lo que sentía en ese momento. Ella se giró, me dio un ligero beso en los labios y empezó a correr de nuevo, había un coche negro aparcado a la vuelta de la esquina, alguien la esperaba para irse a casa.

Esa noche volví a soñar con ella. Aquel sentimiento que había nacido noches atrás crecía por momentos.

Tercer viernes. Otra vez por parejas, otra vez el viejo bar. Sin embargo en esta ocasión fueron cuatro cervezas y un plato lleno hasta arriba de frutos secos. Ella estaba abrazada a mí, estábamos bien juntos, demasiado bien.

Pasaron días y días. Noches y noches. Sueños y sueños. Soñaba constantemente con ella, con su pelo, con su sonrisa, y afortunadamente no solamente la soñaba, sino que también la sentía, la besaba… todos los días. Y fue entonces cuando lo sentí. Sentí algo fuerte, mucho más fuerte que la vez anterior. ¿Amor? Sí, amor.

La amaba como nunca había amado a nadie. Pero, ¿para qué sirve el amor si éste no es correspondido? La sentía distante, cada vez más lejos de mí. Sus besos seguían siendo besos, pero ya no eran nuestros besos. Y lo que es aún peor, ella no me amaba.

Sus llamadas empezaron a dejar de llegar a mi móvil. Su móvil ya no aceptaba mis llamadas.

Doce de la noche, llaman a la puerta. Corrí a abrir y era ella. Me quedé mirándola y ella se quedó inmóvil mientras la fina lluvia que predominaba en aquellos días chocaba ligeramente contra su pelo y su ropa. Permaneció allí, callada, con la mirada perdida y lágrimas en los ojos. El mismo coche negro que la esperaba en la esquina después de aquel concierto estaba detrás de ella. Sus ojos que hasta entonces permanecieron casi cerrados mirando hacia alguna parte, se tornaron hacia mí todavía llorosos. Y lo dijo, pronunció esas palabras que mi cabeza jamás olvidará. Se había acabado. El corazón se me paró durante un momento y mi cuerpo se bloqueó inmediatamente después. Mis pulmones ya no querían ni respirar, no era capaz ni de llorar. Sin embargo las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas, no entendía nada. Me senté en el portal y apoyé mi cabeza sobre mis manos, necesitaba una explicación, ¿qué había hecho mal? Le di más amor del que mi corazón estaba dispuesto a dar, más del que podía. Era imposible que hubiese hecho algo mal. La amaba y ella lo sabía. Estaba dispuesto a agarrarla para que no se fuese, lo iba a hacer, no iba a irse de mi lado tan fácilmente. Pero cuando reaccioné ya estaba entrando en el coche, el coche de otro hombre.

Me quedé ahí sentado, bajo esa odiosa lluvia, toda la noche. No me dormí, permanecí en vela analizando lo que había ocurrido hace unas horas: me había abandonado… por otro.

Todavía no puedo aceptarlo, se ha marchado para siempre. Ya no me queda nada de ella, hace días que su dulce aroma se escapó de entre mis sábanas. ¿Qué me queda por hacer ahora? ¿Seguir sin ella? No. Tampoco puedo vivir de un recuerdo eternamente, un recuerdo efímero como un suspiro a la vez que hermoso, que no deja de ser un simple recuerdo de miles de sueños por cumplir.

Ya he tomado una decisión. No quiero seguir despertándome con la ilusión de poder verte tumbada a mi lado besándome suavemente el pelo, la frente, el cuello… y juntando finalmente tus labios con mis labios, sacando así de los míos la primera sonrisa del día. No puedo seguir, no sin ti.

Sólo te pido que recuerdes lo que te amé, lo que aún te amo y lo que siempre te amaré.

¿Lo sientes ahora? Se llama amor.

lunes, 25 de octubre de 2010


Valencia '10
El destino consta de un solo momento: el momento en el que el hombre sabe para siempre quién es.

El Aleph - José Luis Borges

Palabras para Julia, José Agustín Goytisolo

Ahora veo el almendro
tembloroso. Las ramas
perfumaban el aire
alrededor.

Y cerca la madre un libro rotos
pedazos de mi vida
tibias cosas en donde
mi sueño reposaba.

Yo era entonces
muy niño todavía
pero sentí el amor
de lo perecedero
de lo que pasa y pasa
como pasó aquel día
debajo del almendro.

Siete años

Por entonces sabedlo
aún quería creer.
Aún quería y quería
pero no puedo ser.

Puse en ello mi vida,
mi esperanza no sé.
Hasta en sueños decía,
venceré venceré.

Con la fe de hoy contemplo
mi derrota de ayer.
Comprendedme yo quise.
Pero no pudo ser.

Yo quise

jueves, 3 de junio de 2010

Pablo Neruda

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Me gusta cuando callas
No te quiero sino porque te quiero
y de quererte a no quererte llego
y de esperarte cuando no te espero
pasa mi corazón del frío al fuego.
Te quiero solo porque a ti te quiero,
te odio sin fin, y odiándote te ruego,
y la medida de mi amor viajero
es no verte y amarte como un ciego.
Tal vez consumirá la luz de Enero,
su rayo cruel, mi corazón entero,
robándome la llave del sosiego.
En esta historia solo yo me muero
y moriré de amor porque te quiero,
porque te quiero, amor, a sangre y fuego.
No te quiero sino porque te quiero
Adiós, pero conmigo
serás, irás adentro
de una gota de sangre que circule en mis venas
o fuera, beso que me abrasa el rostro
o cinturón de fuego en mi cintura.
Dulce mía, recibe
el gran amor que salió de mi vida
y que en ti no encontraba territorio
como el explorador perdido
en las islas del pan y de la miel.
Yo te encontraré después
de la tormenta,
la lluvia lavó el aire
y en el agua
tus dulces pies brillaron como peces.
Adorada, me voy a mis combates.
Arañaré la tierra para hacerte una cueva
y allí tu Capitán
te esperará con flores en el lecho.
No pienses más, mi dulce,
en el tormento
que pasó entre nosotros
como un rayo de fósforo
dejándonos tal vez su quemadura.
La paz llegó también porque regreso
a luchar a mi tierra,
y como tengo el corazón completo
con la parte de sangre que me diste
para siempre,
y como
llevo
lasmanos llenas de tu ser desnudo,
mírame,
mírame,
mírame por el mar, que voy radiante,
mírame por la noche que navego,
y mar y noche son los ojos tuyos.
No he salido de ti cuando me alejo.
Ahora voy a contarte:
mi tierra será tuya,
yo voy a conquistarla,
no sólo para dártela,
sino que para todos,
para todo mi pueblo.
Saldrá el ladrón de su torre algún día.
Y el invasor será expulsado.
Todos los frutos de la vida
crecerá en mis manos
acostumbrados antes a la pólvora.
Y sabré acariciar las nuevas flores
porque tú me enseñaste la ternura.
Dulce mía, adorada,
vendrás conmigo a luchar cuerpo a cuerpo
porque en mi corazón viven tus besos
como banderas rojas,
y si caigo, no sólo me cubrirá la tierra
sino este gran amor que me trajiste
y que vivió circulando en mi sangre.
Vendrás conmigo,
en esa hora te espero,
en esa hora y en todas las horas,
en todas las horas te espero.
Y cuando venga la tristeza que odio
a golpear a tu puerta,
dile que yo te espero
y cuando la soledad quiera que cambies
la sortija en que está mi nombre escrito,
dile a la soledad que hable conmigo,
que yo debí marcharme
porque soy un soldado,
y que allí donde estoy,
bajo la lluvia o bajo
el fuego,
amor mío, te espero,
te espero en el desierto más duro
y junto al limonero florecido:
en todas partes donde esté la vida,
donde la primavera esté naciendo,
amor mío, te espero.
Cuando te digan "Ese hombre
no te quiere", recuerda
que mis pies están solos en esa noche, y buscan
los dulce y pequeños pies que adoro.
Amor, cuando te digan
que te olvidé, y aun cuando
sea yo quien lo dice,
cuando yo te lo diga,
no me creas,
quién y cómo podrían
cortarte de mi pecho
y quién recibiría
mi sangre
cuando hacia ti me fuera desangrando?
Pero tampoco puedo
olvidar a mi pueblo.
Voy a luchas en cada calle, detrás de cada piedra.
Tu amor también me ayuda:
es una flor cerrada
que cada vez me llena con su aroma
y que se abre de pronto
dentro de mí como una gran estrella.
Amor mío, es de noche.
El agua negro, el mundo
dormido, me rodean.
Vendrá luego la aurora
y yo mientras tanto te escribo
para decirte: "Te amo".
Para decirte: "Te amor", cuida,
limpia, levanta,
defiende
nuestro amor, alma mía.
Yo te lo dejo como si dejara un
puñado de tierra con semillas.
De nuestro amor nacerán vidas.
En nuestro amor beberán agua.
Tal vez llegará un día
en que un hombre
y una mujer, iguales
a nosotros,
tocarán este amor, y aún tendrá fuerza
para quemar las manos que lo toquen.
Quiénes fuimos? Qué importa?
Tocarán este fuego
y el fuego, dulce mía, dirá tu simple nombre
y el mío, el nombre
que tú sola supiste porque tú sola
sobrela tierra sabes
quién soy, y porque nadie me conoció como una,
como una sola de tus manos,
porque nadie
supo cómo, ni cuándo
mi corazón estuvo ardiendo:
tan sólo
tus grandes ojos pardos lo supieron,
tu ancha boca,
tu piel, tus pechos,
tu vientre, tus entrañas
y el alma tuya que yo desperté
para que se quedara
cantando hasta el fin de la vida.
Amor, te espero.
Adiós, amor, te espero.
Amor, amor, te espero.
Y así esta carta se termina
sin ninguna tristeza:
están firmes mis pies sobre la tierra,
mi mano escribe esta carta en el camino,
y en medio de la vida estaré
siempre
junto al amigo, frente al enemigo,
con tu nombre en la boca
y un beso que jamás
se apartó de la tuya.
La carta en el camino

miércoles, 2 de junio de 2010

No soy nadie especial, solo soy un hombre corriente con pensamientos corrientes. He llevado una vida corriente. No me han hecho ningún monumento y mi nombre pronto quedará en el olvido; pero según como se mire he tenido mucho éxito como muchas otras personas en la vida.

He amado a otra persona con todo mi corazón y eso, para mi, siempre ha sido suficiente.

 
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